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Querida Madge Gill

By 21 de abril de 2021mayo 10th, 2021No Comments

Esta semana estoy obsesionada con Madge Gill. Con ella, con su historia, con su arte. Como la astenia primaveral no me permite escribir nada por mí misma, voy a copiar y pegar algunos datos sobre ella de Diálogos de libro.

Madge Gill nació en el East End londinense en 1882. Del padre y su apellido, ni rastro. La niña se crió con el estigma de la “ilegitimidad” tatuado en la frente y pronto conoció su significado: pagó con la invisibilidad los “descarríos sexuales” de su madre. Antes de entregarla al orfanato su familia escondió su existencia durante nueve años. Se deshicieron definitivamente de la vergüenza.

– Cinco años después, el orfanato, en un acto de supuesta filantropía, la envió a Canadá junto a varios niños beneficiarios de un programa social especial. La idea era ofrecerles una oportunidad de reinserción; la realidad: mano de obra infantil, barata y maleable. Así que la criatura vivió la adolescencia en Ontario trabajando en granjas, como empleada doméstica y niñera. Sufrió malos tratos y discriminación. Aguantó. Volvió a Londres. Encontró trabajo en un hospital. Mientras ejercía de enfermera, su tía Kate la inició en el espiritismo y la astrología. Tenía 19 años. Era 1907 cuando se casó con su primo Tom Gill.

– Tuvo tres hijos varones, el segundo murió de gripe de 1918; un año más tarde dio a luz a una niña muerta y desfigurada; al rato, Madge enfermó, estuvo a punto de morir. Finalmente perdió el ojo izquierdo. Para digerir toda esa mierda no existe manual. O quizá sí. Uno que al resto se nos escapa.

– Entonces apareció Myrninerestmy inner rest: (mi) su paz interior, su guía espiritual, su alter ego artístico. Gill descubrió el dibujo durante los intentos de contactar con sus hijos muertos. Era Myrninerest quien la guiaba a través del espacio ultraterrenal. Utilizaba cartulinas y rollos de lienzo barato, sin tratar. Sobre ellos pintaba con tinta china rostros femeninos de ojos inmensos y sombrero que destacan sobre un entramado de grafismos complejos. Al tiempo, cosía colchas y bellísimos vestidos de motivos extraños y patrones geométricos. Dibujaba, escribía, hacía punto, ganchillo, tejía, bordaba…  En su obra no hay referencias estéticas ni influencias academicistas

– Durante cuarenta años, Madge Gill mantuvo el clásico perfil de artista outsider: una carrera fértil, extravagante, obstinada, prácticamente sin audiencia. Exhibió algunos trabajos en exposiciones de arte amateur en Londres. Sin embargo nunca vendió sus creaciones, insistiendo en que pertenecían a su guía espiritual. La primera vez fue en 1932 en la Whitechapel Gallery donde se expuso Reincarnation, una inmensidad de tintas de color sobre un lienzo de 11 metros de largo.

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